A la pregunta ¿qué es el cine?, Godard responde “primero que
nada: es la expresión de los bellos sentimientos.” Para Godard, la creación
artística en el cine no consiste en pintar nuestra alma en las cosas, sino en
pintar el alma de las cosas. Esto recuerda a aquello que decía Ortega en El tema de nuestro tiempo “lo estético
es, de un lado, deleite subjetivo; de otro, belleza. La belleza del cuadro no
consiste en el hecho –indiferente para el cuadro- de que nos cause placer, sino
que, al revés, nos parece un cuadro bello cuando sentimos que de él desciende
suavemente sobre nosotros la exigencia de que nos complazcamos.” El hecho de
que un paisaje sea un estado de ánimo, no implica necesariamente que la poesía
se capte solo por casualidad, sino que el orden de las cosas responde al del
sentimiento y el espíritu. “Hay que identificar en el tiempo el deseo que lo
devora, en el sufrimiento la falta y en el placer el temor y el remordimiento,
y hacer del espacio el lugar palpable de nuestras inquietudes.” El arte nos ata
por lo que revela de más secreto en nosotros. Y de lo que habla Godard es de
esta especie de profundidad.
Hablando de “espacios y sentimientos”, hay una frase que es
crucial en esta película: “esa es la esencia de la vida: el espacio y los
sentimientos.” La vida es el tema, lo cual no es nuevo, pero es difícil de
hablar, dice Godard, porque solo podemos vivirla y morirla, pero casi no se
habla. Y más que la vida tomada en un sentido absoluto, el tema es en concreto
un comienzo de vida, porque ha habido otras vidas y habrá otras más. Es la vida
sola retenida prisionera gracias a panorámicas sobre la naturaleza, a planos
fijos sobre la muerte, a imágenes cortas y largas, sonidos fuertes y débiles y
los distintos movimientos de la Karina y Belmondo libres y esclavos. La vida se
nos desliza entre los dedos, se eclipsa entre las imágenes.
Anna Karina cita un bonito texto de Pavese en el que se dice
que no hay que preguntar nunca ni lo que fue primero, palabras o cosas, ni lo
que vendrá después, porque sentirse uno vivo es lo único que cuenta. Por lo
tanto, creyendo haber filmado Godard la vida en esta película, ésta se le
escapa debido a eso mismo, cayendo de pie como William Wilson quien se imaginó
haber visto a su doble en la calle, lo persiguió, lo mató y se dio cuenta de
que era él mismo y que él, que estaba vivo, no era más que su doble. El
problema, es que en el cine lo imaginario y lo real están claramente separados
y no obstante son una sola cosa.
Es importante el comienzo de la película: Pierrot lee a Elie
Faure en la bañera: “Velázquez, al final de su vida ya no pintaba cosas
definidas”, pintaba lo que había entre las cosas definidas y eso lo repite
Belmondo cuando imita a Michel Simon: no habría que describir a la gente, sino
lo que hay entre la gente. Este es el tema. Por
eso, además de la referencia a Velázquez, existe un paralelismo de imágenes
entre el comienzo de Pierrot le fou y
el final de Blow up de Antonioni,
padre de las llamadas “nuevas olas.”
Por lo tanto, en este tipo de películas lo que importa es el
espacio vacío entre los fotogramas. Es una vida como intersticios. Peter Handke
en su autobiografía habla de que el emblema de nuestra vida es nuestra vida
como una pequeña barca entre transatlánticos. Es decir, lo único que podemos hacer
en esta vida es aprovechar los espacios-entre que nos dejan. Y por eso, lo
importante de este tipo de cine, lo que importa, es el vacío, es la nada que
puede dar espacio justamente a una imagen. En ese momento, una filosofía sobre
el tema de la nada, un arte concretado en el tema del vacío y este tipo de cine
van todos de la mano. ¿Cómo un individuo puede vivir en un espacio vacío,
indeterminado?, y aquí viene la otra gran palabra, que es construyendo un
lugar: el lugar es el espacio determinado.
Decía Godard, que el gran cine tradicional es Visconti con
relación a Fellini o a Rossellini. Este cine consiste en una manera de
seleccionar ciertas escenas en vez de otras. En Senso, dice Godard que hubiera querido ver los momentos que
Visconti disimulaba, porque cada vez que quería saber lo que le decía Farley
Granger a Alida Valli, ¡zas!, fundido en negro. Desde ese punto de vista, Pierrot le fou es el anti-Senso, porque todos los momentos que no
“salen” en Senso, salen en Pierrot le fou. Es interesante por tanto
aquello que decía Claudel “nada, si regreso, me acoge, ni si parto, me libera.
Éste no es el mañana del día que fue ayer.” Es interesante sobre todo la última
frase “éste no es el mañana del día que fue ayer” porque dicha en términos de
cine: dos planos que se suceden no por eso se suceden, lo que sucede a uno y
otro es el espacio que hay entre ellos.
En esta película se tiene la impresión de que el tema (el
mar, cuya presencia es mucho más clara que en Le mépris) aparece únicamente al final del film. Esto es el cine.
La vida se organiza. No sabemos muy bien lo que haremos al día siguiente, pero
al final de la semana podemos decir ante el resultado: he vivido esto o aquello.
Y en el cine, dice Godard, tampoco se juega. Si vemos a alguien por la calle es
porque de diez peatones hay uno en el que se detiene más la mirada, por la
razón que sea, luego filmamos su vida. De allí saldrá un tema que será la misma
persona, la idea que se hace del mundo y por ende el mundo final que dicha idea
crea, la idea de conjunto que provoca. En el prefacio de uno de sus libros,
Antonioni dice exactamente lo mismo. En este sentido, parece que Pierrot se hizo en dos tiempos. Primero,
Karina y Belmondo se van a la Costa Azul, sin cine, porque era su vida, y al
llegar se encuentran con un director de cine a quien cuentan su historia, y
éste les hace recomenzarlo todo. Esto explica la utilización de las voces en
off, las continuas elipsis y falsos raccords sobre todo a lo largo de la
primera parte de la película.
Por lo tanto, es un film acerca de la aventura más que de los
aventureros. Es la naturaleza, es el presente de la naturaleza. Se piensa que
se trata de aventuras porque se describe una aventura. Sin embargo, es difícil
separar una de otros, porque como decía Sartre, la libre elección que el
individuo hace de sí mismo, se confunde con aquello que suele llamarse
“destino.” Se trata de una historia de náufragos del mundo occidental, de unos
rescatados del naufragio de la modernidad, que llegan un día, a la manera de
los héroes de Stevenson y Verne, a una isla desierta y misteriosa, cuyo
misterio consiste inexorablemente en la ausencia de misterio, es decir, en la
verdad. Es la historia del nómada posmoderno: la persona que va dando vueltas
de un sitio a otro, el nómada, la existencia nómada. Esto precisa que de lo que
realmente se trata es de los vaivenes sentimentales de los personajes, no de la
acción misma. En este sentido, hacer cine es contar lo que hay. Al final de la
trilogía El estado de las cosas en el
curso del tiempo de Wenders, la idea es justamente ver cómo pasa el tiempo.
Éste es un gran momento de indefinición en el cine: ¿qué
hacer?, de ahí las “nuevas olas.” No vale el cine anterior. Y ahora nos
encontramos con un cine, en el cual se trata de dejar la cámara, esperar a ver
qué pasa y filmar lo que pasa. Esta es la figura del individuo. Es, frente a
visiones anteriores en las cuales yo soy un sujeto, es la crisis de la idea de
sujeto. Yo soy un sujeto que tiene en sus manos su propia vida, que es capaz de
diseñar el futuro, que es capaz de a través de sus acciones llevarlo a
cabo…todo eso desaparece. Y es entonces como interpretan el Wilhelm Meister de Goethe: cada
movimiento que hago en la vida, es un movimiento en falso. Quiero hacer algo,
me sale otra cosa. Estamos con filosofía (intencionalidad), resultados
inintencionales. Es la crisis de la idea de sujeto en todos los sentidos y el
florecimiento por lo tanto, de esa idea de la inintencionalidad. Aparecen
Renoir, Van Gogh, Picasso… Paul y Virginia del romanticismo, Fuller diciendo
algo que Godard hacía ya tiempo que quería expresar (el cine son “emociones”) y
cita de Johnny Guitar de Ray. Es decir,
el modelo de todos estos cineastas es el cine americano, es justamente el
romanticismo americano de la posguerra de esos seres errantes, que se traduce
en la siguiente idea: “no hay casa a la que volver”, a pesar de que Belmondo le
insiste a Karina tras la representación paródica de la guerra del Vietnam en
“volver a casa.” La vida es el deseo una casa y la imposibilidad de volver a
casa, porque todo el período que hay entre medio son movimientos en falso. Y
esto es lo que pasa en El Quijote. El Quijote o Don Quijote aparece como el
típico personaje del movimiento en falso. Don Quijote es un individuo lleno de
buenas intenciones, y lo único que hace es estropearlas a cada momento. Don
Quijote, que es aparentemente la figura del héroe y de la intencionalidad, es
de la inintencionalidad.
Las imágenes poéticas muestran a lo largo de la película unos
caracteres contradictorios. Tanto Belmondo como Karina tienen una personalidad
múltiple. Belmondo es un inocente, pero a la vez representa la vida
contemplativa, reconociendo que vivimos en la época de los “hombres dobles”,
gente que no necesita de los espejos, dice, para hablar consigo mismos. Y
Karina le compone un poema, para demostrarle que le quiere “a su manera” en el
que le describe como un ser contradictorio: tierno y cruel, real y surreal…,
pero tan apuesto como cualquiera. Por su parte, Karina es aparentemente una
mujer fatal que se permite rasgos infantiles, y que representa la vida activa.
Los personajes están abandonados a sí mismos, en el interior
de su aventura y de ellos mismos. Hay una oposición entre ambos, pero como
nunca se analiza, como no hay ningún diálogo ni escena analíticas, es a través
del diario como Godard nos ofrece el sentimiento de la reflexión.
Mientras que el carácter del personaje de Karina es bastante
lineal a lo largo de toda la película (lo que quiere desde un principio es
vivir “un poco” y divertirse), el carácter de Pierrot sufre un cambio tremendo
cuando dice “esa es la esencia de la vida: el espacio y los sentimientos.” En la
primera parte del film, cuando viajan en un coche que no se mueve hacia el
apartamento de ella, Belmondo no sabe más que contestar a las palabras de amor
de Karina con un “yo también, Marianne” (¿tanto le cuesta decirle que la
quiere?) Aunque en realidad estábamos ya avisados de su apatía cuando había
dicho anteriormente que no se divorciaba, a pesar de que no estaba enamorado de
su mujer, por pereza. Cuando ya en la playa, Karina dice que está triste porque
mientras que él le habla con palabras, ella le mira con sentimientos, Karina
llega a la conclusión de que no se entienden. Pero no se entienden, no porque
tengan ideas distintas, porque piensen de manera distinta, sino porque sienten
de diferente manera, y los sentimientos no pueden cambiarse. Aunque esto
último, como decía, no es del todo cierto en la película, porque Belmondo es
quien deja todo por amor, y sigue a Karina “de vuelta a nuestro cuento de
sonido y furia.” La unidad de Belmondo es por lo tanto puramente emocional.
A los protagonistas como Pierrot se les aplica generalmente
en las novelas de formación la palabra y la característica de “héroe.” Pero empiezas a leer la novela y dices: ¿y
este por qué es héroe?, porque son todos unos inútiles. Lo importante es que
este tipo de héroes son los héroes de la indecisión, no de la decisión. Van
dando tumbos de un lugar a otro pero sin un destino fijado, siendo la
naturaleza la que los educa. Son por lo tanto, seres perezosos, indecisos, pero
también de reacciones imprevisibles, porque cada paso que dan es un movimiento
en falso. Pierrot intenta dos veces suicidarse, en la primera se levanta de la
vía del tren en el último momento; y en la segunda no le da tiempo a apagar las
mechas de los paquetes de dinamita que ha enrollado en torno a su cabeza reconociendo
que es una tontería, es decir, un movimiento en falso.
Un elemento común a todos estos “héroes” es que en un momento
u otro son despreciados por sus mujeres que les aman o han amado. El
“desprecio” es uno de los sentimientos clave que marca el hiato entre la
necesidad de amar y la imposibilidad de amar. Cuando hay una razón, que no
siempre la hay, está no en lo que hacen, sino en lo que no hacen, en esa
indecisión; como es el caso de Chow en Desenando
amar de Wong Kar-Wai. Pero otras veces no hay motivos, el amor viene y se
va, como es el caso de Le mépris; lo
único que le achaca Camille a Paul es que le desprecia porque es incapaz de
conmoverla. Y la causa de estos avatares, de esta necesidad de amar y la
imposibilidad de hacerlo es la asimultaneidad de espacios. Karina y Belmondo
están en el mismo espacio, pero no viven en el mismo espacio. Mientras que
Belmondo quiere ir a una isla misteriosa para nada, solo para existir; a Karina
eso no le parece divertido, ella solo quiere vivir “un poco”, pero dice “él
nuca lo entenderá.” Mientras que Karina quiere dejar de fingir que están en un
libro de Julio Verne, y volver a su thriller, lleno de coches, pistolas y
discotecas, Belmondo se siente feliz en esa existencia en pausa, leyendo,
escribiendo su novela. Belmondo es el personaje que vive entre líneas, leyendo
libros, declamando citas, que concuerda con el Werther de Goethe. Y ante es te estilo de vida, Karina canturrea a
la orilla del mar: “no sé qué hacer, ¿qué puedo hacer?”
A pesar de que este Belmondo reflexivo es muy distinto del
que veíamos en otras películas como Al
final de la escapada, donde basa su existencia en preguntarle a Seberg si y
cuando se acostará con él, o en La sirena
del Mississippi de Truffaut, hay un elemento común en estas tres películas:
"siempre me intereso por las mujeres que no están hechas para mí.” Y a la
conclusión que llega en estas películas: “eres realmente asquerosa.”
Lo característico de este viaje romántico es que buscan algo
huyendo siempre de algo. Y lo característico también del romanticismo es que el
viaje es siempre circular: vuelves allí donde partiste. No es casual por lo
tanto que antes de suicidarse Belmondo llame por teléfono a su casa para
preguntar por sus hijos. Sin embargo, mientras que los románticos volvían a
casa tras haber sido educados sentimentalmente, y por lo tanto, convertidos en
ciudadanos y dejando de lado su faceta de “héroes”, el último paso que da
Belmondo es de nuevo un movimiento en falso. Belmondo sigue siendo una persona
indefinida, él mismo lo dice en el barco “soy una gran interrogación mirando al
mediterráneo.”
Pierrot es, al igual que el Meister de Goethe, un bastón, que
tiene la maravillosa propiedad de florecer en el rincón donde se le pone, pero
incapaz de echar raíces en ningún lado. Es una persona que si no es por el
suicidio, se hubiese pasado toda su vida errante, no porque sea un desarraigado sentimentalmente, porque no
pueda tener sentimientos, como era el caso del Wilhelm Meister, sino por su
insistencia de vivir en espacios que no le pertenecen, por su dedicación a
mujeres que no le quieren (en la bolera, mientras que a él le han faltado por
tirar dos bolos, a Karina solo le ha quedado uno) y porque siempre está
lamentándose, como indica Anna Karina, ante la ausencia de motivos reales. Se
lamenta, pero siempre lo hace tarde. Y la cuestión es que no se arrepiente.
Espacios y sentimientos en las imágenes de tiempo lento por Gracia Iglesias Mínguez se encuentra bajo unaLicencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.
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1 comentario:
Buen tino en esa colación entre el individuo romántico goetheano y Pierrot..
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