“Analizaba mis sentimientos
absorto en las motas de luz que brillaban suspendidas en el aire silencioso.
¿Qué quería la gente de mí? Pero no encontraba respuesta alguna. A veces
alargaba la mano hacia las motas de luz que flotaban en el aire, pero mis dedos
no tocaban nada.”
“A veces me siento como el
portero de un museo. Un museo vacío, desierto, que ya nadie visita. Y yo lo
custodio exclusivamente para mí.”
“Sus imágenes me golpeaban, una
tras otra, como las olas de la marea, arrastrándome hacia un lugar extraño. Y
en este extraño lugar yo vivía con los muertos. Allí Naoko estaba viva y los
dos hablábamos, nos abrazábamos. En ese lugar, la muerte no ponía fin a la
vida. Allí la muerte conformaba la vida. Y Naoko, henchida de muerte, allí
continuaba viviendo. Me decía: “Tranquilo, Watanabe. No es más que la muerte.
No te preocupes.” En ese lugar no me sentía triste. Porque la muerte era solo
la muerte, y Naoko era Naoko.”
“Era fácil localizar su ventana.
Bastaba con buscar la única ventana oscura con una pequeña luz temblando en el
fondo de la habitación. Contemplé esa luz. Me recordaba el último hálito de
vida de un cuerpo antes de abrasarse en las llamas. Quise taparla con mis manos
y protegerla.”
“Ellos debían de conocer muy bien
la soledad y la dulzura de la vida humana.”
“Domingos tranquilos, apacibles y
solitarios […] Los domingos no me doy cuerda.”
- “Piensa que la vida es como una
caja de galletas. […] En una caja de galletas hay muchas clases distintas de
galletas. Algunas te gustan y otras no. Al principio te comes las que te
gustan, y al final solo quedan las que no te gustan. Pues yo, cuando lo estoy
pasando mal, siempre pienso: “Tengo que acabar con esto cuanto antes y ya
vendrán tiempos mejores. Porque la vida es como una caja de galletas.”
- Eso es filosofía.
- Pero es cierto. Yo lo he
aprendido de manera empírica.”
“Por fin, Midori habló.
- ¿Dónde estás? –susurró.
- ¿Dónde estaba? Todavía con el
auricular en la mano, levanté la cabeza y miré alrededor de la cabina. ¿Dónde
estaba? No logré averiguarlo. No tenía la más remota idea de dónde me hallaba.
¿Qué sitio era aquél? Mis pupilas reflejaban las siluetas de la multitud
dirigiéndose a ninguna parte. Y yo me encontraba en medio de ninguna parte
llamando a Midori.”
"Aún después de que la luciérnaga
hubiera desaparecido, el rastro de su luz permaneció largo tiempo en mi
interior. Aquella pequeña llama, semejante a un alma que hubiese perdido su
destino, siguió errando eternamente en la oscuridad de mis ojos cerrados.
Alargué la mano repetidas veces hacia esa oscuridad. Pero no pude tocarla. La
tenue luz quedaba más allá de las yemas de mis dedos.”
“No te compadezcas de ti mismo.
Eso solo lo hacen los mediocres.”
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